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Clásica y ópera -

Borís Godunov


Una obra única, revolucionaria en la época y tan original que no se puede incluir en ninguna tendencia ni comparar con ninguna ópera contemporánea. Posee una tremenda fuerza dramática y está llena de detalles psicológicos fascinantes. Mussorgski escribió la primera versión entre octubre de 1868 y diciembre de 1869, la segunda versión es de 1871-1872. La ópera completa se estrenó el 24 de enero de 1874.
Modest Mussorgski


Drama musical popular en un prólogo y cuatro actos.
Libreto de Modest P. Mussorgski, basado en un poema histórico de Pushkin.

Idioma original: ruso.

Lugar y época: Rusia y Polonia, de 1598 a 1605.

Argumento: Frente al convento de Novodievich se ha reunido una muchedumbre. El sucesor al trono, todavía niño, ha muerto de manera misteriosa, y Borís Godunov ejerce la regencia. Fue el consejero del último zar (Fiódor I, que murió hace unos años). Godunov quiere ser coronado zar, a pesar de que sus mensajeros hacen creer al pueblo que no desea apoderarse del trono.

Ya en esta primera escena se reconoce que el personaje principal del drama, por lo menos en la misma medida que Borís, será el pueblo. La muchedumbre está arrodillada en la plaza y es obligada una y otra vez con el látigo a inclinarse por la coronación de Borís. Los cantos que suenan han sido tomados en parte de la antiquísima liturgia rusa: su mística y su solemnidad se mezclan con giros más populares incluidos por Mussorgski.

El cuadro segundo se desarrolla delante del Kremlin moscovita. Borís se ha hecho coronar. Una masa popular canta una antigua melodía religiosa. Godunov interrumpe las melodías. Declara que quiere gobernar con justicia y ser un buen padre para el pueblo. Sin embargo, con las exclamaciones de júbilo de la masa se mezcla el remordimiento del nuevo zar, ante cuya alma aparece una y otra vez la imagen del niño Dmitri, el zarevich, asesinado por instigación suya y con la complicidad del príncipe Shuiski.

Después de estos dos cuadros del prólogo, el primer acto nos conduce a una celda del convento de Chudovo, donde el anciano Pimen escribe una historia de Rusia a avanzadas horas de la noche. Ha llegado a la coronación de Borís cuando se hace de día y junto a él despierta el novicio Grigori, que por tercera vez ha tenido el mismo sueño: por una empinada escalera sube a una torre que se eleva sobre Moscú, ve a sus pies al pueblo, la ciudad y el campo, y a continuación se arroja al vacío. El viejo monje le advierte sobre las empresas vanas del mundo, que ha observado a lo largo de toda una vida. Expresa su angustia por Rusia, que siente desde que el país coronó zar a un asesino. Grigori quiere saber más sobre Dmitri: ¿qué edad tendría en este momento si viviera? «Tendría tu edad», responde Pimen. Grigori se queda pensativo.

Una taberna cerca de la frontera de Lituania. La tabernera canta canciones populares que también cantan dos monjes peregrinos, Missail y Warlaam. Aparece Grigori, que ha huido del convento y quiere cruzar la frontera. Sorprendido, observa que la frontera está vigilada. Se busca a un fugitivo de Moscú. Entran soldados en la taberna para dar a conocer la orden de arresto, pero no saben leer. Grigori aprovecha la situación y mientras lee en voz alta, en vez de describir sus propios rasgos, los sustituye por otros que coinciden con los de Warlaam. Cuando los soldados quieren apresar a éste, el anciano descifra con dificultad el texto. Pero cuando se ha descubierto el engaño de Grigori, éste ya ha cruzado la frontera.

El cuadro siguiente (acto segundo) se desarrolla en el palacio del zar. Xenia llora la muerte de su novio, la nodriza quiere animarla con una alegre canción. Entra Borís. Ve con dolor el abatimiento de su hija y con orgullo el interés de su pequeño hijo por la geografía de Rusia. El mismo está impresionado. Desde que ha subido al trono reinan el hambre, la enfermedad y los disturbios en todos los rincones del país. Su conciencia no lo deja tranquilo. El príncipe Shuiski pide permiso para entrar en la habitación. Lleva la noticia de que un aventurero amenaza el trono desde Polonia; se hace pasar por Dmitri, por el legítimo heredero del trono, que no está muerto, sino que pudo salvarse. Borís se enfurece. Tiene graves dudas sobre Shuiski, pues sabe que es un intrigante; en su momento lo convirtió en instrumento del asesinato de Dmitri. Entonces lo apremia y el príncipe debe describirle nuevamente la horrible escena, el aspecto del cadáver, la sonrisa angelical que había en el rostro del zarevich muerto. Cuando Shuiski se retira, Borís sufre un ataque de locura (una de las escenas más grandiosas de la literatura operística). Horribles imágenes lo persiguen, gime, se desploma, sufre un tormento infernal. El sonido de las campanas hace que su locura sea más fantasmal aún.

El acto tercero nos lleva lejos de Moscú y a otro medio. (Este cuadro se añadió más tarde, como se explicará al hablar del contexto histórico.) Nos encontramos en Polonia, en la ciudad de Sandomir, donde Marina, la hija del alcalde, sueña con convertirse en la zarina de Rusia. Ya ha seducido al endeble «Dmitri», el novicio fugitivo Grigori. En el parque, por la noche, oímos la única escena de amor de la ópera. Del palacio sale música de baile: son melodías polacas, entre ellas una mazurca, mientras Dmitri promete a la bella Marina un futuro fastuoso. El jesuita Rangoni querría aliarse con el futuro zar, para convertir al pueblo ruso a la fe católica. Es él quien conduce los pasos de Marina hacia la conquista de Grigori y luego de Rusia.

El acto cuarto comprende dos cuadros, cuyo orden aparece cambiado en las diferentes versiones de la obra. Por lo general, primero se representa la escena del bosque, en que una multitud de hombres del pueblo, hambrientos, harapientos y sublevados, espera la llegada de Dmitri. Warlaam y Mis-sail incitan al pueblo contra Borís, y dos jesuítas son amenazados de muerte; un idiota que mantiene una disputa con unos niños por una moneda de cobre es aquí una obra maestra del arte de la caracterización. Pasa Grigori, el falso Dmitri, a la cabeza de sus tropas, montado a caballo, y lo saludan como a un Mesías.

Se ha reunido la Duma (Consejo Imperial) para decidir la campaña contra Dmitri. Shuiski informa a los miembros de la creciente locura del zar. De repente, aparece el zar en un estado horrible. Lo persiguen las visiones del niño asesinado. Se lleva al viejo Pimen para que informe sobre un milagro ocurrido en el sepulcro del niño asesinado. El zar pierde totalmente la razón. Con las últimas fuerzas que le quedan nombra sucesor a su hijo Fiódor. Se pone un hábito de penitente. Una vez más se levanta con la grandeza de antes. Todavía es el zar de Rusia, más fuerte que el traidor Shuiski, más fuerte que el falso Dmitri. Y cae muerto.

Fuentes: La obra de Mussorgski se sirve de dos fuentes: el drama de Pushkin y la Historia del Imperio ruso de Kasamsin. De las 24 escenas que escribió Pushkin en su «Crónica del zar Borís», Músorgski eligió siete.

Libreto: El talento literario de Mussorgski es tan admirable como su genio musical. Algunas escenas fueron modificadas casi completamente por él, sobre todo aquellas en que el pueblo es protagonista. El libreto presenta un estudio dramático y psicológico muy interesante. Sufrió, igual que la música, varias modificaciones, sobre las que informamos más abajo.

Música: Una obra única, revolucionaria en la época y tan original que no se puede incluir en ninguna tendencia ni comparar con ninguna ópera contemporánea. Posee una tremenda fuerza dramática y está llena de detalles psicológicos fascinantes; allí donde el compositor debe acercarse a las convenciones de la ópera tradicional, por ejemplo en el «acto de Polonia», la originalidad aparece un poco disminuida; cuando tiene oportunidad, Mussorgski demuestra una auténtica y extraordinaria inventiva melódica. Todas las demás escenas son muy audaces en cuanto a la armonía, y poseen una forma declamatoria de un realismo tan fuerte, hasta entonces desconocido, que no es de extrañar que los contemporáneos no la comprendieran y que incluso su fiel amigo Rimski-Korsakov quisiera modificar y «suavizar» lo que le parecía demasiado revolucionario, inaccesible y áspero. Sobre esta refundición de Rimski-Korsakov se ha discutido mucho; desde el punto de vista actual, tal vez fuera excesiva. Pero se ha de tener en cuenta que proviene no sólo de un gran artista que poseía todas las herramientas técnicas de su época, sino de un verdadero amigo que amaba la obra y quería rescatarla.

Historia: Mussorgski escribió la primera versión entre octubre de 1868 y diciembre de 1869, para lo cual tomó partes de obras anteriores e incompletas. La partitura fue rechazada por el directorio del Teatro Imperial de San Petersburgo, «desconcertado por la modernidad y audacia de la música», según cuenta Rimski-Korsakov. La segunda versión es de 1871-1872. El compositor aceptó algunas recomendaciones de la dirección. Por esa razón incluyó el «acto de Polonia», a fin de que hubiera espacio para un papel femenino y una escena de amor. Pero también se modificaron otras partes profundamente. A pesar de todo, la obra fue rechazada de nuevo.

Sin embargo, el 17 de febrero de 1873, después de que Borís Godunov se interpretase en función privada en casa de la novia de Rimski-Korsakov, se llegó a una representación parcial en el Teatro Maryinsky de San Petersburgo: la escena de la taberna, así como los dos cuadros del «acto de Polonia», se representaron en una función benéfica junto con fragmentos del Freischütz y de Lohengrin. La impresión fue tan fuerte (y tan poderosa la influencia de una cantante que sentía inclinación por Mussorgski) que la ópera completa se estrenó por fin el 24 de enero de 1874. La prensa se opuso violentamente a la obra, mientras que la juventud la apoyó con la misma violencia; la ópera pudo representarse veinte veces con lleno completo. Mussorgski había empezado ya otros retoques, de manera que se puede hablar de una tercera versión.

Después de la muerte del autor, Rimski-Korsakov revisó todas sus obras, de las cuales Borís Godunov le preocupó especialmente. En 1896 creó una nueva versión, en la que se observan profundas modificaciones. Éstas se justifican en la medida en que se refieren a la instrumentación, pues la partitura original de Mussorgski suena un poco áspera y es posible que no respondiera a los deseos del compositor. Oigamos cómo se justifica el refundidor (en su autobiografía): «Se trata de eliminar las dificultades insuperables, las durezas de la armonía y de las modulaciones, el contrapunto lleno de errores, la pobreza de la instrumentación y las debilidades generales de la obra, desde el punto de vista técnico».

Pero Borís Godunov siguió preocupando a Rimski-Korsakov; en 1906 se puso otra vez a refundir la obra, para lo cual es posible que tuviera en cuenta las opiniones de Claude Debussy (admirador entusiasta de Mussorgski) y de Paul Dukas. Se ocupó durante dos años (los últimos de su vida) de la ópera de su amigo fallecido hacía mucho tiempo. Esta versión de Borís Godunov, con el inolvidable Fedor Chaliapin (foto principal) en el papel, desfiló por innumerables teatros del mundo.

Pero después de la Primera Guerra Mundial estalló una violenta polémica sobre la refundición de Rimski-Korsakov. Era la época en que dominaba el deseo de oír todas las obras en versión original. Hubo polémicas escritas que duraron años y en las que el refundidor fue atacado duramente. Se decía que Rimski-Korsakov había «falsificado» armonías, había «suavizado» acordes audaces, había adaptado incluso antiguas canciones rusas a su propia versión posromántica. Pero ¿era posible reconstruir la versión original? ¿Valía la pena? El refundidor había intervenido profundamente también en la acción de la obra; una representación de la versión original duraría algo más de cinco horas. (¿Acaso Los maestros cantores de Núremberg y El ocaso de los dioses no duran lo mismo?) La editorial estatal soviética publicó en 1928 la versión original e incluyó las variantes, reconstruidas cuidadosamente, que el compositor mismo había creado. Y ya en 1939, Dmitri Shostakóvich emprendió la tarea de revisar por completo la orquestación; no la tocó en cuanto a la estructura, la armonía, etc. Esta nueva versión se oyó por primera vez en 1959 en Leningrado, en 1960 en la Metropolitan Opera House de Nueva York, en 1961 en la Ópera de Berlín Este. ¿Ha quedado solucionado así el problema de Borís Godunov? Apenas, pues cada teatro realiza su propia versión de la acción dramática. Pero ¡qué genial tiene que ser esta obra para que su fuerza vital no se haya debilitado a pesar de tantas refundiciones y hoy resplandezca más que nunca!



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