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Clásica y ópera -

Jules Massenet


Massenet influyó considerablemente a la música francesa de su tiempo. Incluso Debussy y Ravel no pudieron desligarse de algunos elementos de su música. Y en el extranjero Chaikovski y Puccini recogieron ciertos aspectos de su arte.
Francia


Massenet vivió en París desde 1847 y recibió sus primeras lecciones de piano de su madre. En 1853 ingresó al Conservatorio de París y una década más tarde ganó el Prix de Rome. Por entonces ya comenzaba a adquirir un conocimiento práctico de la orquesta trabajando como percusionista en el Teatro Opera, mientras tocaba en cafés y enseñaba privadamente. La experiencia dentro de la orquesta fue un aporte valioso para el posterior manejo de los detalles de la técnica orquestal y su capacidad dramática.

 

Durante los tres años que pasó en la Villa Medici de Roma, Massenet conoció a Liszt y a Constance de Sainte-Marie, con quien se casaría el 8 de octubre de 1866, luego de su retorno a París. En 1867 se estrenó la ópera La Grand’tante en el Teatro Opera-Comique, mientras que una interpretación de una suite orquestal y la ayuda de su maestro Thomas motivaron la publicación de dos ciclos de canciones.

 

La Guerra Franco-Prusiana interrumpió su carrera, pero el éxito de Don Cesar de Bazan en el Teatro Opera-Comique en 1872 fue seguido unos meses después por aquél de Marie-Magdeleine, donde se inició la sección bíblica de esa galería de retratos femeninos que conformaría el posterior trabajo dramático de Massenet. Aquí la figura de la cortesana reformada, popular entre el público francés desde Marion Delorme de Víctor Hugo y La Dame aux Camellias de Dumas, recibió un toque religioso acorde con ciertas corrientes contemporáneas dentro del catolicismo francés.

 

Este elemento era irresistible para quienes gustaban de la música ligada a lo femenino, sobretodo para aquellos que estaban ansiosos de combinar los consuelos de la religión con otros de un tipo más mundano. Tal “discreto erotismo seudo-religioso”, como lo denominaba D’Indy, probó ser una fórmula extraordinariamente exitosa. Los siguientes retratos en esta galería femenina fueron Eve, que resultó exitosa al ser producida en 1875, y La Vierge (1880), que solamente se recuerda por el extracto orquestal Le Dernier Sommeil de la Vierge. No fue hasta 1894 que este particular género alcanzó su esplendor con Thaïs.

 

En 1878, un año después del éxito de Le Roi de Lahore en el Teatro Opera, Massenet quedó a cargo de la clase de composición en el Conservatorio, un puesto que mantuvo por el resto de su vida. Pocos de los compositores que aparecieron en Francia entre 1890 y 1920 no recibieron la influencia de su enseñanza, incluso en aquellos casos en que ella inspiró el deseo de romper la convención operática francesa que él representaba. Fue esa determinación la que impulsó a unos estudiantes a formar en 1894 la Schola Cantorum en directa oposición al Conservatorio.

 

La variedad de alumnos de Massenet prueba su versatilidad como maestro: Charpentier, Koechlin, Schmitt, Pierné, Rabaud y Hahn están entre los más cercanos. Su forma de ser le permitió lograr lo mejor de sus alumnos y desarrollar ideas antes que imponerlas. De hecho esas ideas estaban cambiando en la década de 1880 aún cuando el compositor nunca sacrificaba su popularidad a través de la innovación. Herodiade (1881) mostró a Massenet alejándose de la fórmula melódica de Gounod y adoptar algunas características superficiales de Wagner, una evolución incluso más marcada en Manon, ópera estrenada en el Teatro Opera-Comique en 1884.

 

Fue a través de Manon que Massenet fue considerado el compositor de óperas más popular de Francia, un puesto que mantuvo por las siguientes dos décadas. La diligencia y la inventiva, aunque un poco limitada, que le permitieron producir unas 20 óperas después de Manon, le otorgaron una ventaja sobre cualquier rival que tuviera entre los más jóvenes. Debussy, Ravel, Dukas, Chabrier, Chausson y D’Indy no produjeron ni la mitad de óperas que Massenet. Y si bien tal fertilidad pudo ser incompatible con la originalidad o la autocrítica, es imposible negar la efectividad de la mayoría de esas óperas, dentro de las convenciones de la época, o la calidad de al menos unas tres o cuatro.

 

Entre Manon y Werther (1892), Massenet tuvo tres fracasos: Le Cid, Le Mage y Esclarmonde. Esta última, completada en 1889, fue creada más que nada como un medio de lucimiento para la soprano norteamericana Sibyl Sanderson, quien había cantado Manon y jugaba entonces un rol importante tanto en la vida como en las óperas de Massenet. Con Werther hubo una intención distinta. En 1886 el editor Hartmann le había llevado a Bayreuth para escuchar Parsifal y le entregó la traducción francesa de Die Leiden des Jungen Werther de Goethe. Los requerimientos dramáticos hicieron que Massenet se moviera desde el sentimentalismo muy germano de Charlotte y Werther, la vivacidad gálica de Sophie y una inocencia lírica parecida a la de las Escenas Alsacianas (1881), hasta un estilo más trágico muy cercano al de Tchaikovsky.

 

Sibyl Sanderson apareció nuevamente en Thaïs (1894), para lo cual la historia de Anatole France fue adaptada hasta el punto de elevar el contraste entre el amor sacro y el amor profano. El resultado fue una suave sofisticación del primero a partir del segundo, pero continuó la exitosa senda trazada por Marie-Magdeleine. Con Le Portrait de Manon (1894) Massenet intentó concretar una continuación sentimental de la historia de Des Grieux, el héroe de Manon, en la vejez. Pero en La Navarraise (1894) el incansable compositor quiso conquistar los nuevos campos abiertos por la joven ópera italiana verista, la que, a su vez, se había inspirado en Carmen. La Navarraise es una ópera violenta que contrasta con la usual suavidad del compositor.

 

La influencia italiana todavía se siente en Sapho (1897), basada en la novela autobiográfica de Alphonse Daudet, en donde la inocencia de una joven provinciana es enfrentada con la sofisticación parisina de la protagonista. Aunque a los 55 años Massenet seguía trabajando con tanto ímpetu como siempre, después de Sapho fueron menores los éxitos. El pastiche de la música del siglo XVIII le atrajo de manera creciente, nutriendo las partituras de Cherubin y de Cendrillon (1899). Siempre atento a nuevas formas de interesar al público y agregando inesperados detalles dentro de una estructura que seguía siendo básicamente la misma, Massenet produjo en 1902 la primera de sus óperas escritas para Monte Carlo, Le Jongleur de Notre-Dame. Se trata de una historia medieval que se desarrolla en un monasterio sin contar con mujeres en el reparto (a menos que los dos ángeles de la escena final sean realizados por mujeres).

 

Fue Debussy quien finalmente afectó la posición de Massenet como el principal compositor operático francés, cuando Pelleas y Melisande fue estrenada en el Teatro Opera-Comique sólo dos meses después que Le Jongleur se había producido en Monte Carlo. Antes de su muerte en 1912, Massenet logró estrenar seis óperas más, y otras tres se presentaron póstumamente, pero solamente dos de ellas mantuvieron la calidad y la vitalidad de sus mejores obras: Therese (1907), una pieza ligada a la Revolución Francesa, y Don Quijote (1910), escrita para Shaliapin.

 

Massenet influyó considerablemente a la música francesa de su tiempo. Incluso Debussy y Ravel no pudieron desligarse de algunos elementos de su música. Y en el extranjero Tchaikovsky y Puccini recogieron ciertos aspectos del arte de Massenet. Ciertamente su concepto de la ópera pasó rápidamente de moda después de su muerte e incluso su estética musical parece mucho más lejana que aquella de Puccini o de Strauss. Sin embargo, sus mejores obras atraen por su calidad melódica, gracia y pocas pretensiones. Massenet estaba contento con favorecer al público, aspecto que, unido a su fertilidad creativa, pertenece más a un músico del siglo XVIII que al XIX.



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